The Tomaraho, a subgroup of the Ishir (Chamacoco) of Paraguay, are one of the few remaining indigenous populations who have managed to keep both their language and spiritual beliefs intact. They have lived for many years in a remote region of the Gran Chaco, having limited contact with European or Latin American cultures. The survival of the Tomaraho has been tenuous at best; at the time of this writing there were only eighty-seven surviving members. Ticio Escobar, who lived extensively among the Tomaraho, draws on his acquired knowledge of Ishir beliefs to confront them with his own Western ideology, and records a unique dialogue between cultures that counters traditional anthropological interpretation. The Curse of Nemur—which is part field diary, part art critique, and part cultural anthropology—offers us a view of the world from an entirely new perspective, that of the Ishir. We acquire deep insights into their powerful and enigmatic narrative myths, which find expression in the forms of body painting, feather decoration, dream songs, shamanism, and ritual. Through dramatic photographs, native drawings, extensive examination of color and its importance in Ishir art, and Escobar's lucid observation, The Curse of Nemur illuminates the seamless connection of religious practice and art in Ishir culture. It offers a glimpse of an aesthetic "other," and in so doing, causes us to reexamine Western perspectives on the interpretation of art, belief, and Native American culture.

Aunque independientes, los ensayos que conforman este libro se encuentran conectados mediante tres cuestiones que los cruzan transversalmente y vinculan sus contenidos. En primer lugar, la crítica de la estética occidental como fuente privilegiada de la teoría del arte. En este empeño, se analiza la posibilidad de reflexionar sobre el arte y sus tantas formas recurriendo a diversas aproximaciones críticas y hermenéuticas planteadas al margen de la gran tradición idealista occidental, aunque cruzadas inevitablemente con ella. Este intento se apoya en el concepto de "aura". En segundo lugar, el concepto de "latencia", en el sentido de virtualidad aurática que requiere ser activada. Una parte de la producción del arte se encuentra auratizada por su posición en los circuitos establecidos; otra, se carga de aura por su pertenencia a sistemas culturales diferentes, como los indígenas, que vuelven excepcionales ciertas cosas y hechos por su vinculación con prácticas sociales, creencias y valores diversos. La tercera cuestión refiere al vínculo entre el arte y la política. ¿Qué es un arte político? El arte político moviliza obras desobedientes del rumbo único impuesto por el mercado, cuestiona el régimen de la representación estética y la misma institucionalidad que sostienen sus prácticas; critica, en fin, el alterofóbico sistema hegemónico, pero procesa todas esas disidencias mediante los rodeos, montajes y recursos significantes propios del arte. Mediante la distancia que la forma inventa, una y otra vez, para seducir la mirada y forzarla a dudar del orden fijo del mundo.